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Los efectos eran fuertes. El sol lo despertaba, ahí, tirado en el pasto. Con olor a querer olvidar, y con una botella vacía, que a esa altura era sólo una más, de muchas que se habían vaciado en su garganta. "Y Dios ¿dónde está cuando lo necesitamos?", gritó entre las lagrimas y una risa irónica.
Su silencio era interrumpido por sus sollozos. Sus ojos, rojos y cansados, lo decían todo.
Vio a lo lejos un hombre caminar. Su paso era lento y cojo. Se dirigía hacia él.
Cerró sus ojos nuevamente, con una clara intención de querer olvidar. Pero no se daba cuenta que la obsesión por el olvido de su pasado era lo que mas hacía que lo recuerde.
El hombre estaba cada vez mas cerca. Él lo miraba de reojo, mientras hundía su cabeza en el pasto escapándose del sol.
Sintió un suave golpe en sus costillas. Pero se hizo el dormido.
Los golpes se reiteraron. Abrió sus ojos y vio un viejo, muy desmejorado, con una barba blanca que le tapaba el cuello y con un ojo semi cerrado y todo blanco.
El viejo lo volvió a golpear y lo invitó, con su silencio, a mirarlo. Negó con su cabeza y dijo:
"Basta de miedos amigo. Hágase hombre. Levántese y ande... Vaya derecho, o vaya torcido, pero vaya. Y sientase muy seguro, que cada paso, sea como sea, lo está dando usted".
Se levantó. Le dió la mano al viejo y sin decir nada se fué, tambaleando por las secuelas de la noche anterior, a comenzar un nuevo día.
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