
Espera por una tregua. Esta derrotado. Quiere entenderse. Quiere estar con el mismo, porque sabe que debe hacerlo por su bien. Entendió que el bien suyo está primero. Tantos años priorizando el de los demás....
Sin embargo, cree perder mil y un batallas. Y esas voces. Voces que no se callán. Que le recuerdan lo que hizo mal cada vez que las pierde. Esas voces lo provocan. Y su mayor problema es que para combatirlas, su ejercito esta diezmado, y su principal soldado no sabe con quien luchar.
Así que levanta una bandera blanca. Pide un acuerdo. Lo firma. Un acuerdo que controle sus latidos. Un acuerdo sin clausulas ni locuras. Un acuerdo por su paz. Un acuerdo para amar.
Aprendió de sus errores y sabe que de nada sirve echar culpas al pasado ni abandonar. Tiene que salir solo. Tiene que estar solo.
Se levanta con la frente alta. Porque sabe que dio todo de si. Porque sabe que varias batallas se perdieron, pero la guerra aún no. Tiene fé en poder ganarla. Ganar la guerra consigo mismo. Y despues podrá, de una vez por todas, saborear el triunfo... podrá mirar a los demás.
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